Por: María Auxiliadora De La Hoz, Comunicadora Social y Periodista
Ser niño en Colombia da miedo. Esta frase, que se volvió viral tras ser publicada en un cartel por una menor de edad indignada por el caso de maltrato y abuso sexual de Sarita, ocurrido en Tolima en días pasados, resume el pensar y el sentir de muchos pequeños en Colombia. Y es que nuestra sociedad, cada vez más enferma e indiferente, parece estar más preocupada por las redes sociales, los matrimonios de los famosos o las novelas de media tarde, que por garantizar los derechos de nuestros niños.
Luego del caso de la muerte de Yuliana Samboní en diciembre pasado, al país entero se le arrugó el corazón tras conocer nuevas víctimas de abuso sexual y feminicidio. Una niña de tres años, una bebé de cuatro meses y así, miles de pequeños de diferentes partes del país, siguen cayendo en las ‘garras’ de los adultos, quienes le dan rienda suelta a sus más oscuros deseos y perversiones utilizando a los seres más indefensos: los menores.
Según el último reporte del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar hay más de 11 mil niños y niñas víctimas de maltrato y violencia sexual en el país. En lo que va corrido del 2017 ya van 2.500 casos en los que, en su mayoría, los victimarios hacen parte de su círculo familiar, es decir, el peligro está dentro de su propio hogar. Entonces, ¿qué le espera a una sociedad en la que sus menores son ultrajados, abusados y asesinados día tras día? Como sociedad, ¿qué podemos esperar de adultos que, en lugar de proteger a los menores, se aprovechan de ellos y los manipulan a su antojo? ¿Qué responsabilidad tiene el Estado y qué tanta cada uno de nosotros como ciudadanos de bien? Puede que usted diga, “¿y yo qué tengo que ver en todo esto? Yo a mis niños sí los cuido y hago lo que esté a mi alcance para que estén bien”, y sí, eso es bueno, pero el compromiso con los menores va más allá, pues es un compromiso con la sociedad y usted hace parte de ella.
Indudablemente, un papel destacado en toda esta problemática lo cumplen los medios de comunicación. Gracias a ellos se han dado a conocer estos casos que abruman a los colombianos y no se trata solo de aquellos mediáticos porque los implicados son personas de “bien”, como el de Rafael Uribe Noguera. No. Las agendas noticiosas han empezado a incluir entre sus temas este tipo de denuncias que, mal o bien, llegan a los oídos de las autoridades, quienes son las que tienen en sus manos gran parte de la capacidad de tomar cartas en el asunto. Si no fuera por lo que nos muestran los noticieros, hoy la vida de muchos seguiría normal e indiferente, desconociendo que a escasos metros hay un pequeño sufriendo en manos de un adulto irresponsable o enfermo.
Los medios también han ejercido presión en la justicia para que investigue y agilice los procesos. Los únicos afectados no son las familias de esos niños, somos todos. La indignación, además, se ha apoderado de los ciudadanos, quienes acorde con la necesidad de actuar, llevan a cabo marchas, protestas, jornadas de oración, todo lo que está a su alcance para que haya justicia. En ese contexto, las redes sociales se han convertido en una herramienta de denuncia, a través de las cuales cualquier persona puede dar a conocer situaciones que vayan en contravía de los derechos de nuestros pequeños.
¡Qué peligroso y difícil es ser niño en nuestro país! Como madre y ciudadana, duele aceptarlo. Los que no mueren de hambre, son maltratados, abandonados a su suerte, o no pueden educarse y deben trabajar, son víctimas de abuso sexual, o deben crecer en familias disfuncionales, con situaciones complicadas, en las que ser felices no es una opción, sino un sueño muy lejano.
Mi invitación es a unirnos en una sola voz por los menores, a dejar de pensar que lo que le pase a nuestros niños es problema “de otros”, a romper el silencio cómplice que nos empuja a callar casos aberrantes o hacer de cuenta que son “normales”, antes que ponerlos en conocimiento de las autoridades.
Los medios son nuestros aliados y las redes sociales una excelente herramienta de denuncia. Unámonos y actuemos hoy para que mañana las futuras generaciones den ejemplo de paz y rectitud. Nuestros niños merecen que todos nos preocupemos por ellos, por su educación, su salud, su crianza, su bienestar, este es el mejor legado que podemos dejarles, en medio de tanta violencia, falta de oportunidades y desesperanza. Seamos vigías de su felicidad y asumamos el papel con toda la seriedad del caso, esto no es un juego de niños.