Por: Valeria Esteban, Comunicadora Social - Periodista
Comienza a correr el año y el afán de todos por iniciar el tema laboral, por eso es un poco difícil de entender cómo habiendo tantas opciones de universidades (llámense técnicas o profesionales) en el mercado, es cada vez más difícil para nuestros jóvenes recién egresados conseguir trabajo.
Muchos de los graduados, deben pasar por la pena de tener que esperar varios meses para encontrar un puesto digno, que les ayude a cumplir sus sueños profesionales y personales, pues en algunos casos les exigen experiencia y juventud y en otros haber salido de una de las universidades con mayor reconocimiento.
Enfrentarse a tener que tocar puertas, llevar varias hojas de vida a grandes empresas y esperar durante meses la llamada para una entrevista, es solo la punta del iceberg, sobre todo si al puesto de la compañía a la que aplican, sus ejecutivos encargados de la contratación de personal o recursos humanos, descartan las hojas de vida simplemente por el posicionamiento de la universidad de la que salieron y teniendo en cuenta solo aquellas que parecen en el top de las mejores; el resto de los currículos se convierten simplemente en papel reciclable.
Empecemos por hablar de las instituciones de reconocimiento medio, que se empeñan por mejorar su plantel educativo, personal idóneo para dictar las cátedras, por buscar certificaciones de alta calidad, entre ellas el Registro calificado, hacer un trabajo de marketing para posicionarse y en ocasiones, hasta ayudando a financiar las carreras para atraer a los estudiantes; pero aún así los nombres de sus centros educativos siguen relegados a un segundo plano, porque los que mandan la parada siguen siendo las universidades de alto nivel, comunicando así que “o estudias en una universidad de alto turmequé o simplemente tendrás que latigarte después por no haber escogido bien”.
Por otra parte, da mucho dolor, ver a tantos padres haciendo esfuerzos monumentales para pagar una “educación digna” en planteles de nivel medio, a través de préstamos de aquí y allá, o incluso restricciones económicas familiares para ayudar a sus hijos a encarrilarse en el mundo laboral, pero que al final, en muchas ocasiones termina siendo simplemente una pesadilla, si no han logrado estudiar en las universidades de más renombre.
Así mismo, los jóvenes buscan un mejor futuro para ellos y para sus familias, se esfuerzan por estudiar y presentar pruebas con alta calificación, por encontrar una institución que sea asequible y la mejor facultad en lo que quieren estudiar y está dentro de sus posibilidades. Reciben reconocimientos, honores y se sienten súper héroes por haber conseguido el título con el que soñaron, pero cuando se enfrentan al mundo real, las cosas son a otro precio.
Para las empresas cazatalentos, parece que fuera más importante el nombre de la universidad de la cual se gradúa la próxima fuerza laborar de nuestro país, que las habilidades que cada uno tiene y puede desarrollar dentro de una empresa. No se tiene en cuenta las ganas, el talento, el liderazgo, entre otras, parece que simplemente fuera una competencia elitista, pues los curriculums son descartados por categorías dependiendo del estatus del alma máter.
Entonces vale la pena preguntarse ¿qué están comunicando realmente estas decisiones de las grandes empresas?, ¿qué se les está transmitiendo a nuestros jóvenes, que ser de un estrato medio o bajo y no poder llegar culminar los estudios en una institución de la elite, significa quedarse para siempre solo en sueños y agrandar las frustraciones?
Aunque este problema se presenta en grandes países como Estados Unidos y el Reino Unido, Latinoamérica ha tendido a hacer lo mismo y deberían nuestros gobiernos y los directivos de grandes marcas público/ privadas, empezar a promover alguna norma que haga que las hojas de vida solo incluyan los títulos obtenidos sin el nombre de las instituciones de las cuales son egresados, para darle más oportunidad a los jóvenes que vienen empujando, a que por lo menos presenten procesos de entrevistas y pruebas que les permita mostrar sus capacidades para empezar a decidir el futuro laboral, que al fin y al cabo es el futuro del mundo. No podemos seguir siendo un país de muchas universidades y pocas oportunidades.