Por: Valentina Guatibonza, Periodista - Especialista en Comunicación Multimedia
Se ven por todos lados, a cualquier hora. Su uso se ha vuelto tan popular que, con frecuencia, se emplean como sustitutos de las palabras para simbolizar emociones, sentimientos, gustos y hasta la propia identidad. Hacen parte de campañas institucionales y estrategias publicitarias, ocupan titulares de prensa y son el común denominador de los chats en línea. Algunos los odian, otros no pueden vivir sin ellos, pero para nadie es un secreto que llegaron para quedarse.
En los últimos siete años, estos ‘dibujitos’ han logrado posicionarse como elemento indispensable en la comunicación digital, a tal punto de ser catalogados, por muchos, como la ‘lingua franca’ del siglo XXI (idioma adoptado de forma tácita para un entendimiento común entre personas que no tienen la misma lengua materna).
Y aunque la connotación podría ser algo pretenciosa, si lo analizamos, la tecnología nos ha permitido ser más visuales con nuestras comunicaciones, logrando un cambio de paradigma en la forma como nos relacionamos con los demás.
Se podría decir entonces que hemos sido afortunados con un lenguaje pictórico que siempre florece, se desarrolla, evoluciona y cambia de forma con el paso del tiempo y con la influencia de nuevos modos de comunicación.
¿Aún no sabe de qué le hablo? Caritas sonrientes, manos que saludan, rostros de animales, comida que apetece y banderas de países a nivel mundial son solo una parte del millar y medio de emojis que, sin lugar a dudas, pasarán a la historia como testigos de nuestra civilización.
En este punto, aprovecho para aclarar una confusión generalizada que se presenta con las palabras ‘emoticón’ y ‘emoji’. Muchos tienden a utilizarlas como sinónimo y/o traducción del español al inglés considerándolas un mismo término y no es así. Los primeros aparecieron en forma de texto, compuestos por dos o más caracteres con signos de puntuación y/o letras del teclado; los otros llegaron tiempo después, como evolución de la escritura en forma de imagen, generando símbolos en formato Unicode que se encuentran predeterminados en la mayoría de aplicaciones que utilizamos a diario.
Desde el primer signo de este tipo, creado en 1982 por el ingeniero en computación, Scott E. Fahlman, nuestro cerebro comenzó a generar una forma de procesarlos idéntica a la que usamos cuando identificamos un rostro real, de ahí su rápido auge y expansión. Tanto que en 2015, la ‘palabra del año’ del Diccionario de Oxford fue justamente un emoji: la carita con lágrimas de alegría, que logró un nuevo título al inicio de este año como el más usado en el mundo.
Ya decía hace un tiempo Vyvyan Evans, profesor de lingüística de la Universidad de Bangor, que como lenguaje visual, “los emojis han eclipsado por mucho a los jeroglíficos, sus precursores antiguos egipcios que requirieron siglos para desarrollarse".
Así las cosas, parece que hemos llegado a un renacimiento de la comunicación en el que pequeños símbolos reemplazan a las palabras escritas; hemos vuelto al punto de partida, reforzando ese adagio popular que dice: “una imagen vale más que mil palabras”.